REMOCIÓN ES (A propósito de la muestra TRASLACIONES II, de Isabel Cisneros)

Corina michelena

REMOCIÓN ES

El arte aporta una vehemente confirmación.
En el corazón de la forma se encuentra una tristeza,
una huella de la pérdida.
George Steiner

Entre labilidad y la habilidad. Obra dura o sensible de leer y roer (por su perseverancia, soltura y dificultad). ¡Tanta versatilidad asusta! Mullida o áspera. Entre anémonas o aguijones. En ciertas tramas priva lo voluble y flexible, y en otras, lo hierático y rígido. Piezas severas unidas por un material maleable. Piezas maleables unidas por un material irrompible.

Hablaré de una de sus Remociones.

El soporte es lo esencial: se trata de un rectángulo de papel alemán, usado y reusado en el siglo pasado (¿sustentable por desesperación?), un papel que no juega un papel, ¡lo trabaja y cómo! Es, un señor patrón de costura, patrón de patrones, uno con muchas propuestas (¿muchos porvenires?) de casi imposible lectura porque superpone montones de líneas; entrecruza bocetos, modelos algebraicos, que, en su momento, fueron, llegaron a ser (o no) ¡después de un muy arduo litigio entre las pesquisas!, piezas de ropa individuales. Moldes fraguados en tiempos oscuros. En tiempos de guerra ningún recurso es renovable, ninguno (¿quizá la esperanza o el efecto dominó de la muerte?). Igual suerte corre el papel. Aprovechado al máximo; con suma delicadeza, con insaciable avaricia: exprimido.

A cualquiera que sepa algo de costura le quedará clarísimo que este soporte de Cisneros, soporta y sabe ¡muy bien! de torturas. Pues necesariamente se las ha visto con muchísimos alfileres. Eso, cuando su feliz destino unido a una tela tenía sentido y prefiguraban un mismo futuro. El axioma “El papel aguanta todo”, solo se sostiene escrito en el papel. De hecho han sido “la mala prensa” y la peor literatura, las que han dado cabida a tal falacia. El papel es tan mortal como nosotros. En un mundo virtual que cuenta con una nube ficticia y centinela para salvar todas las voces con sus miles de registros y texturas. ¿Por qué, si no, sobreviviría una palabra tan quebradiza y plena como “incunable”? No, no hay vida después de la vida, ni sutura para lo único.

Isabel Cisneros necesita que el papel haya servido tanto que ya no sirva más. “Remueve” el viejo patrón de su habitual oficio, puntualmente, minutos antes de su extremaunción, lo franquea y salva con un instrumento imposible, ¡justo con el único alfiler cabeza hueca: la aguja! Esa que, literalmente, no da puntada sin hilo. Esa que pincha para suturar.

Cisneros –como un demiurgo– logra la reencarnación del papel en otra forma de vida. Parte de una línea imaginaria y diagonal que atraviesa el papel de punta a punta y, desde esa larga trinchera, arroja enfiladas una serie desigual de líneas rectas negrísimas, unas de múltiples costuras mínimas y otras de un solo trazo. Todas perfectas, pero todas sin patrón alguno, agudas, paralelas o no, gruesas o no, pero siempre afiladas. Nido de aristas. Las rectas pertenecen a las propias líneas del patrón, como si estas últimas fuesen sus difusas raíces. Desde allí se difunde como la profusa quema involuntaria de un bosque. Cisneros repasa aleatoriamente, sobre el dibujo del basteado y la línea negra, pasa a ser la puntada definitiva y definitoria de un collage temible.


Escribe encima (¿sobre?) lo que ya está escrito, traslación también es traducción y tachadura (porque la voluntad para la que fueron hechos los patrones se deshizo). Las estrías arrancan de la mitad del papel hacia arriba, brotan siguiendo el curso de las decoloraciones del patrón, pero el negro del hilo las vuelve inexpugnables. Del propio fantasma inicial, translúcido que era el soporte con su vahído tatuaje, nos quedan borrones de galimatías. Nos abandona “en la estacada” con un mapa tachado, no topográfico sino temporal, de lo que ya no tiene lugar ni tiempo.


Así como me consta que las condescendientes y hermosas Hiladillas de Isabel nos miran con la arrogancia y el tedio de Madame Bovary (¡y como si nosotros fuésemos Charles!). No me cabe ninguna duda de que, justo, en esa remoción se encuentran (ya en la despensa) todas las armas que requerían los pretendientes de Penélope, “ennegrecidas hasta donde les ha alcanzado el aliento del fuego”. Sin embargo la perfecta y transgresora disposición que revelan tiene un origen menos antiguo.

Lanzas (o rayas) profundamente encajadas (en la superficie). Su pulcra alineación es obra de otro espléndido e infalible estratega, Uccello. La tierra de Ulises ha vuelto a ser salvada.

Corina Michelena

Traslaciones II. Mudanzas de la materia en equis(X) movimientos

Lorena González

TRASLACIONES II

En nuestro volátil presente, los episodios de la vida colectiva e individual se han visto alterados por inesperados componentes estructurales. Desde hace dos años y repentinamente, todas las relaciones comenzaron a girar en torno a las vulnerabilidades de un mundo en pandemia que ha establecido nuevas cartografías, dentro y fuera de los diversos acontecimientos que experimentan las sociedades en nuestro contexto actual. Los últimos períodos del siglo XXI han dictaminado una sensación continua de pérdidas, un agobio indescifrable, una desorientación constante del tiempo y el espacio; y aunque en ocasiones pareciera que vivimos ante la tachadura persistente de cualquier esfuerzo o avance, también esta zona de incertidumbre nos lleva a encontramos con el ímpetu de lo humano, voluntades que desde la creatividad son capaces de avivar los pasos para reconstruir una mirada distinta, una nueva posibilidad.

En esta delicada brecha resalta la obra de la artista Isabel Cisneros. Su proyecto Traslaciones fue un amplio conjunto que inauguró a finales del 2019, como resultado de un proceso de investigación en torno a referentes y dinámicas de elaboración relacionadas con las vitalidades ocultas de los elementos, pulsión que siempre ha estado en las diversas estrategias visuales abordadas por esta creadora desde sus inicios en el arte contemporáneo. En este caso especial, la artista se enfrentaba a los ritmos vigorosos de un archivo de patrones de costura que le habían donado, decidida a manipular y profundizar en las intrincadas cadencias de estos frágiles documentos como el núcleo central para este nuevo cuerpo de trabajo. La donación de los patrones creaba un extraño campo de revelaciones, pues al tiempo que los elementos se conectaban con las secuencias perceptivas que le han acompañado en los territorios de la creación—los textiles, el material de desecho, las tramas de la costura o la tridimensionalidad inédita de elementos olvidados—, de algún modo esta materia plena de historias también se volvía una veladura errante, elucubraciones de una narrativa probable, de un tiempo otro que emulsionaba en un documento ambiguo y ajeno.

Pero toda esta aventura generó un envolvente campo de obras y reflexiones que en su primera edición recorrió todos los espacios del Centro Cultural BOD. Con el pasar de los meses la puesta en escena se vio afectada por la alarma mundial y el cerrado confinamiento que las primeras noticias sobre el Covid 19 instauraron en nuestras sociedades durante varios meses. Suspensa, la exhibición permaneció en las salas hasta que finalmente se desmontó. En aquella oportunidad destaqué en mi texto curatorial la aparición de formas inesperadas a partir del diálogo entre la artista y los materiales utilizados, una columna vertebral que de manera insospechada encontró sus propios sonidos: afluencias de la materia, remociones, mudanzas; trazas medulares que se abrían campo por entre las líneas evanescentes de un patrón de costura que al tiempo que agolpaba en sus proyecciones las posibilidades infinitas de la apariencia, era capaz de contener, tras la fachada de lo conocido, todas las marcas posibles de lo que no vemos. De este modo los volúmenes se llenaron de partidas, transferencias y regresos; y las ausencias que allí subsistían iniciaron el levantamiento de otras dimensiones del material, silueteando las estrías de un retorno que se transformó en objetos modulares plenos de transparencia y opacidad, superpuestos o desplegados bajo los caminos orgánicos del consenso, la opresión o la discrepancia de los fragmentos.

Para Cisneros, los patrones le habían llevado de algún modo a la inmersión en su propio epigrama personal y al observar esas cartografías trepidantes de quietud con las que había trabajado por más de dos años, encontró e hizo visible un panorama en el que se desplazaban de alguna manera todas las formas posibles de un cuerpo textil que nos envuelve y abriga en algún momento de nuestra historia o de la historia de toda una sociedad. Y fue así como ella y los espectadores se descubrían en la contemplación de cada pieza, conformados por las extensiones de muchos patrones imperceptibles y evanescentes que en el transcurso del tiempo han pespunteado las dimensiones del propio cuerpo en vida.

Hoy, Beatriz Gil Galería, abre sus espacios para que exhibamos una nueva edición de esta muestra que muchos no pudieron visitar. Se abre al entorno expositivo en un contexto diferente y las obras se reestructuran ante inéditas espacialidades; aunque en la actualidad seguimos transitando un mundo en pandemia, un mayor rango de discernimiento social cursa frente a la incertidumbre y avances científicos han logrado trazar pequeños entornos de bioseguridad. Sin embargo, al volver la mirada sobre estas obras, descubrimos un ignorado eco que en aquel momento tal vez dejamos pasar por alto, un enunciado que los sonidos de ese papel nos presentaban con contundencia y que no atendimos: allí, en cada una de las obras, estaban las proyecciones de un cuerpo humano que ya empezaba a narrarse con melancolía frente a las imposibilidades, angustias y temores de ese contacto físico que el mundo posterior nos ha instaurado.

Es por ello que hemos aceptado el reto de esta nueva edición, una extraña itinerancia al tiempo cercana y distante, que surge en el soplo de contextos particulares como el que vivimos, y que ahora traza con ahínco la aparición de reflexiones que requieren volver a ser escuchadas. Traslaciones es un cuerpo de obras que nos habla de las variaciones de la materia como evocación de lo corpóreo, formas mutables de una memoria flexible que nos captura y nos conforma, propiciando en la mirada del cuerpo físico que las observa el detenimiento contra la mudanza permanente del mundo, la vida y el tiempo. Frente a las variaciones de este ciclo constante de presencias y deserciones que vivimos, y en espacios vertiginosos donde la vida y las señales sensibles huyen a través de veloces transformaciones globales, locales, virtuales y presenciales imposibles de atrapar, la artista ha levantado los acordes vinculantes de una partitura profunda, a un tiempo breve y trascendental: la manifestación de la obra de arte como el reflejo único de un susurro imposible.

Lorena González Inneco

Traslaciones II

Traslaciones II surge de mi interés por seguir experimentando con técnicas textiles.
Empecé a manipular manuales, y por esas coincidencias, me llegó un lote grande de patrones de costura. Esos materiales me llevaron a poner más atención en las proyecciones del cuerpo dibujadas en esos patrones, los recuerdos que todos tenemos de algún familiar trabajando con ellos, la calidad y el desgaste de esos papeles, y así consolidé esa investigación.

TRASLACIONES II/Mudanzas y memorias de una materia por venir

Isabel Cisneros, creadora de reconocida trayectoria presenta este domingo 06 de febrero en nuestros espacios, su individual Traslaciones II, bajo la curaduría de Lorena González Inneco.

Este proyecto- explica Isabel- surge de mi interés por seguir experimentando con técnicas textiles. Empecé a manipular manuales, y por esas coincidencias, me llegó un lote grande de patrones de costura. Esos materiales me llevaron a poner más atención en las proyecciones del cuerpo dibujadas en esos patrones, los recuerdos que todos tenemos de algún familiar trabajando con ellos, la calidad y el desgaste de esos papeles, y todo ello me fue llevando a consolidar esa investigación. Traslaciones-indica la artista- fue montado por primera vez en el Centro Cultural BOD en noviembre del 2019. La cuarentena la mantuvo suspendida en el tiempo, y por ello quisimos darle un segundo aire esta oportunidad en la Galería Beatriz Gil.

Dice Lorena González que hoy en Beatriz Gil galería las obras se despliegan en un contexto diferente y se reestructuran en inéditas espacialidades. Agrega que “de cara al nuevo entorno, los elementos vuelven a conectarse con las secuencias perceptivas que han acompañado a esta artista en los territorios de la creación: los textiles, el material de desecho, las elocuentes tramas de la costura o la inédita tridimensionalidad de elementos olvidados. Pero en el revés de los acontecimientos y al volver la mirada sobre ellas, descubrimos que esa materia plena de historias también resguardaba un ignorado eco que en la primera edición dejamos pasar por alto, un enunciado que aún conspira desde los sonidos del papel: allí, en cada una de estas estructuras y movimientos, siguen habitando las proyecciones de un cuerpo humano que ya empezaba a narrarse con melancolía frente a las imposibilidades, angustias y temores de ese contacto físico que el mundo posterior nos ha instaurado.”

Lorena González reitera: “es por ello que hemos aceptado esta extraña itinerancia —al tiempo cercana y distante— que traza la aparición de reflexiones que requieren volver a ser escuchadas.”

Para la curadora “Traslaciones II es un cuerpo de obras que nos habla de las variaciones de la materia como evocación de lo corpóreo, formas mutables de una memoria flexible que nos captura y nos conforma, propiciando en la mirada del cuerpo físico que las observa el detenimiento contra la mudanza permanente del mundo, la vida y el tiempo. Frente a las variaciones de este ciclo constante de presencias y deserciones que vivimos, y en espacios vertiginosos donde la vida y las señales sensibles huyen a través de veloces transformaciones globales, locales, virtuales y presenciales imposibles de atrapar, la artista ha levantado los acordes vinculantes de una partitura profunda, a un tiempo breve y trascendental: la manifestación de la obra de arte como el reflejo único de un susurro imposible. “

Beatriz Gil Galería

Traslaciones

Quise exponer mi más reciente obsesión: La historia, la importancia, los usos, las tradiciones y los afectos que están presentes en todas las cosas que podemos heredar de un costurero familiar 

I wanted to display my main interest at the moment: the history, importance, usage, memories and feelings in all the things we can inherit from all the seamstresses in our family.

Traslaciones. Epifanías de la materia en 14 movimientos

Lorena González

Cuando la artista Isabel Cisneros y yo comenzamos a intercambiar reflexiones sobre el proyecto que se estaba planteando para esta muestra, surgió de forma inevitable el comentario de referentes y dinámicas de elaboración relacionadas con las vitalidades ocultas de los elementos, pulsión que siempre ha estado presente en las diversas estrategias visuales abordadas por esta creadora desde sus inicios en el arte contemporáneo. En este caso especial, la tarea parecía más compleja, Isabel se enfrentaba a los ritmos vigorosos de todo aquello que comenzaba a suceder en la manipulación de un archivo de patrones de costura que le habían donado junto a la decisión de profundizar en sus intrincadas cadencias como el núcleo central para este nuevo cuerpo de trabajo. La donación creaba un extraño campo de revelaciones pues al tiempo que los elementos se conectaban con las secuencias perceptivas que le han acompañado en los territorios de la creación—los textiles, el material de desecho, las tramas de la costura o la tridimensionalidad inédita de elementos olvidados—, de algún modo esta materia también se volvía una veladura errante, elucubraciones de una historia posible, de un tiempo otro que emulsionaba en un documento ambiguo y ajeno. 

            Con el pasar de los meses el diálogo entre la artista y los elementos fue sucediendo y la aventura generó en armónicas deliberaciones, revelaciones insospechadas de una columna vertebral que comenzaba a encontrar sus propios sonidos. Poco a poco surgieron las formas: afluencias, remociones, mudanzas; trazas medulares que se abrían campo por aquellas líneas evanescentes de un patrón que al tiempo que agolpaba en sus proyecciones las posibilidades infinitas de la apariencia, era capaz de contener, tras la fachada de lo conocido, todas las marcas posibles de lo que no vemos. Fue entonces cuando los volúmenes se llenaron de partidas, transferencias y regresos. Los sonidos del papel reconstruyeron ignorados ecos y las ausencias iniciaron el levantamiento de otras dimensiones del material, silueteando las estrías de un retorno que se transformó en objetos modulares plenos de transparencia y opacidad, superpuestos o desplegados bajo los caminos estructurales del consenso, la opresión o la discrepancia de los fragmentos. Cuando la levedad de la línea sondeó el traslado final de los conjuntos, Isabel me confesó que los patrones le habían llevado a la inmersión en su propio epigrama personal, que al igual que esas cartografías trepidantes de quietud, donde se desplazan todas las formas posibles de un cuerpo textil que nos envuelve y abriga en algún momento de nuestra historia o de la historia de toda una sociedad, también ella se descubría conformada por las extensiones de muchos patrones imperceptibles y evanescentes que en el transcurso del tiempo han pespunteado las dimensiones de su propio cuerpo en vida.Entonces entendí lo que de forma involuntaria me ocurrió cuando al abordar este trabajo como curadora me remití a los juegos de mi infancia. Fue una trampa de la memoria que me trasladó a aquel momento lejano donde hurgaba palabras en el diccionario, las transcribía, observaba sus oscilaciones y quedaba viéndolas, pequeña y postrada ante la complejidad de aquellas grafías rasgando la blancura del papel y el vacío estridente de todo lo que podían construir en el infinito enlace de causas y consecuencias que albergan sus significados. De algún modo, lo mismo había sucedido con el proceso de estas visualidades que hoy resuenan en el espacio expositivo. Con equilibrio —mientras la artista las producía y yo intentaba leerlas, nombrarlas— las piezas nos llevaron al soplo de sus propios movimientos especiales, trazaron sin pausa la aparición de una sinfonía sobrecogedora y se volvieron las epifanías de una materia cuyas poéticas modularon recorridos indescriptibles. Ahora, son el gesto de esa evocación, briznas deshilachadas de una memoria flexible que sin saberlo nos captura y nos conforma, que invita a la mirada y a la retentiva velada del cuerpo físico que las observa, a detenerse sobre la mudanza permanente del mundo, la vida y el tiempo. Frente a las variaciones de este ciclo constante de presencias y deserciones, y en espacios vertiginosos donde las señales huyen a través de veloces formaciones globales imposibles de atrapar para los sentidos, la artista ha levantado los acordes vinculantes de una partitura profunda, a un tiempo breve y trascendental: la manifestación de la obra de arte como el reflejo único de ese susurro imposible. 

When Isabel Cisneros and I started exchanging ideas about the project for this exhibit, we inevitably got into references and dynamics of elaboration that were related to the vitality among objects. This drive has always been present in her diverse visual strategy. It has been her artistic pursuit since she got emerged in contemporary art. On this occasion, such a task seemed very complex. She was facing the vigorous rhythms in every single event when manipulating an archive of embroidery patterns that had been donated to her. This came along with her decision of deepening intricate cadences as the focal point in this new body of work. The donations created a strange range of revelations in Isabel. The artistic elements connected with the perceptive sequences that have always accompanied her through the creative process -textiles, waste material, plots in seam, the unedited tridimensional character that lives in forgotten things- In a way, matter has also become a sort of wandering glaze. A lucubration from a possible story of another time that emulsified in a foreign an ambiguous document.

As months went by, the dialogue between the artist and these elements started occurring and the adventure caused unsuspected revelations within harmonic deliberations. These revelations came from a backbone that had just begun to find its own sounds. Little by little, the shapes had arisen. Affluences, removals, movement, medullary traces that opened the space through evanescent lines… They all appeared in a pattern that was able to pile up infinite possibilities of appearance in its own projections. Behind the unknown, her artwork was capable of containing all the hidden marks that we don’t usually see. Hence, all the volumes were filled with departures, resettlements and homecomings. The sound of paper reconstructed ignored echoes, and the absence initiated a lifting feeling from other dimensions in the material being used. This produced silhouettes in the streaks from a reappearance that was transformed into modular objects, full of transparency and opacity, and which were superposed and detached by the structural ways of consensus, coercion and discrepancy of fragments. When the lightness of one line probed the final transmission of all these clusters, Isabel confessed to me that those visual patterns had led her to the immersion of her own personal epigram, similar to those cartographies in still trepidation… Where all the possible shapes from a textile body surround everything and pamper us in a specific moment of our personal lives, or in a specific moment of an entire society. She also found herself comprised by the different extensions in many of these patterns, which are imperceptive and evanescent, and have backstitched the dimensions of their own live body over time. 

Therefore, I realized what had happened to me in an unexpected way when I approached Isabel’s work as a curator. I remembered the kinds of games I played during my childhood. It was a trick from memory that took me to a remote time when I used to rummage words in the dictionary. I transcribed them, conserved their oscillations and stared at them for hours. And I felt little and prostrate upon the complexity of those graphs, tearing the whiteness of the paper and the strident emptiness of everything that they could construct in the infinite link of causes and consequences, a link which harbors their meanings. In a certain way, the same thing had occurred with the visual process that deeply resonates in today’s exhibit. With balance (while the artist produced the pieces and I tried reading and naming them), the pieces took us to the blow of their own special movement. With no pause, they traced the appearance of a startling symphony and became epiphanies of matter, and their indescribable paths were modulated by their own poetry. In the present moment, they are the gestures of an evocation. They are shredded stems of a flexible memory that, without realizing, captures and comprises us, invites our eyes and the retentive evening of the observer’s physical body to slow down upon the permanent movement of the world, upon life and time. Being right next to such variations from a constant cycle of presence and desertion, and within vertiginous spaces from which the signs flee through quick global formations (and which are impossible to capture through the senses), Isabel has lifted the binding chords of a deep music score to a brief yet transcendental tempo: the manifestation of her art as the mere reflection of an impossible whisper.

Lorena González Inneco

El tributo a la memoria de Isabel Cisneros

Fabrizio Sánchez Di Camillo

CLIMAX, 21 de diciembre de 2019 

Peculiaridades trazan la vida de esta artista plástica que dice no dejar de pensar nunca en nuevas soluciones que le den a su arte significado y memoria. “Yo hago y deshago sin pudor, hasta que la pieza esté lista”

La inquietud es una palabra que define muy bien a la artista Isabel Cisneros. Esa intranquilidad la llevó desde pequeña a crear y a construir mundos con sus propias manos. Egresó en Letras de la Universidad Central de Venezuela, sin embargo, si bien le encantaba leer, «le daba un poco de sueño», es por ello que buscó la forma de encontrar lo que en verdad le apasionaba.

Rememorando su infancia tuvo respuesta. De joven ya había realizado cursos de cerámica en el Instituto de Diseño, con María Apont, y fue con esta expresión artística que inició su incursión en el mundo de las artes. «Me formé como ceramista y trabajé muchísimos años haciendo cerámica utilitaria», relata sobre sus inicios.

«El trabajo con la cerámica utilitaria es muy interesante porque aunque estás haciendo piezas de uso común, estás trabajando sobre formas, entonces tienes un entrenamiento abstracto en círculos, líneas rectas, proporciones. Es mucho más centrado en lo abstracto, a diferencia del dibujo u alguna otra disciplina», explica.

La rigidez no es parte de Cisneros. Los libros y la cerámica no impidieron que continuara explorando nuevas posibilidades. En algún momento de su vida vio la necesidad de buscar «ventilación y luces». Perforando piezas permitió que la luz entrara a su creación.

«Un día decidí empezar a hacer nudos pequeños y traspasados, y luego a entretejerlos. Eso dio el maravilloso resultado de poder hacer todos los nudos que quisiera, haciendo la pieza más grande y sin restricciones», dice. Y es que no solo el tamaño era mayor que una pieza de cerámica, también comenta que era más flexible. Así amplió su manera de hacer y percibir sus obras.

Su fuente de inspiración en un inicio fueron los insectos, «criaturas que están sobre la tierra desde hace muchos años», por su capacidad de desarrollo y adaptación al ambiente. La observación la llevó a imitar esto en sus obras. Luego seguiría con el ensamblaje textil, que vino de los tejidos con los que empezó a ampliar sus creaciones. Botones de acrílico empezarían a darle color a cada pieza en su haber.

Desde entonces ha trabajado con estos materiales textiles prefabricados, que le otorgan ligereza, movimiento, color, estabilidad a todo lo que crea. Explica que la razón por la que utiliza estos materiales es porque «perduran en el tiempo y se consiguen en cantidad». Metales, plástico, mangueras y papel, también han estado en su mesa de trabajo, pero los que más le agradan son las telas e hilos. «El material ideal era el que tenía contenido relacionado a la costura».

Para la artista que desde 1989 ha tenido diecinueve exposiciones en solitario tanto dentro como fuera del país, así como catorce exposiciones grupales, no hay límites al momento de crear. De eso no solo ha sido testigo el público de su natal Caracas, quienes han visto sus principales obras, sino también el público en ciudades como Nueva York (Estados Unidos), Madrid (España), Lima (Perú) y Bogotá (Colombia).

Algunas de las exposiciones destacadas son, Entornos de la fiesta (Caracas, 1989), Nu-dos (Lima, 2007), Pliegues (Valencia, 2014), Memoriar (Madrid, 2018) y Desenrollados (Valencia, 2018). «Yo trabajo con una triple memoria. Una memoria física, es un papel delgado, grueso, que si se dobla se quiebra y que puedo doblar muchas veces. Una segunda memoria, que es lo que tiene el material impreso y para lo que fue hecho. Y una tercera memoria, que fue quien los usó, pues pueden ser materiales que ya estén usados, marcados o cortados», enfatiza.

Comenta que, afortunadamente quienes la rodean, es decir, sus familiares y amigos, son pacientes ante su inquietud. Esta paciencia tiene reconocimiento, pues a lo largo de su carrera, su trabajo ha sido premiado, logrando alrededor de once premios, siendo el Gran Premio BOD de Artes Visuales (2017), el último que recibió.

Traslaciones, la nueva obra

Tras curiosear y explotar sus talentos a lo largo de su carrera como artista plástica, con las manos creó una nueva exposición: Traslaciones. Enfocada en patrones, tejidos y colores, Isabel muestra en el Centro Cultural BOD, en la ciudad capital, su más reciente trabajo.

A pesar de mostrarse irreverente a lo estático, le rinde tributo a la memoria con estas obras. «Ese tipo de información que se te queda grabada en la memoria es parte de lo que yo he querido hacer. Esta muestra es un gran homenaje a la memoria». Para ella todo tiene valor.

Traslaciones estará en Caracas hasta el mes de febrero de 2020. Mientras tanto Cisneros continuará pensando en nuevas posibilidades para hacer y expresar su arte, el cual no se ve afectado por la crisis venezolana.

A su juicio la crisis es fuente de inspiración y lleva a crear más. «De la precariedad pueden salir cosas maravillosas. Te hace pensar y ser más eficiente al momento de utilizar un material, evitando producir tanta basura».

Isabel Cisneros: “Yo soy una artista de oficio, porque el oficio te salva”

 Mary Villarroel Sneshko

 Ocean Drive, 4 febrero, 2020 

La sala expositiva del Centro Cultural BOD, quedó completamente transformada gracias a la visión artística de Isabel Cisneros. Con una obra plateada llena de mágicas ondulaciones, la artista celebró haber sido la ganadora del Premio BOD de las Artes Visuales, premio que le otorgó la mágica oportunidad de organizar según su perspectiva, una exposición que le diera a entender al público, cuál es su visión artística.

“Recorrer esta propuesta de Isabel Cisneros, es reconocer desde los objetos cotidianos de un taller de costura, a nuestra compleja sociedad demarcada por patrones, que definen momentos de nuestras vidas que luego cortamos, hilvanamos, unimos y remendamos”, son las palabras de Víctor Vargas Irausquín, presidente del BOD. 

Un viaje hacia la intimidad 

Aprender a confeccionar prendas era una de las labores más deseables después de la Guerra. 

La obra de Cisneros, recorre el íntimo camino de las costuras, los patrones, la delicada y laboriosa tarea de crear algo tan importante como una prenda de vestir. Más allá de ser un accesorio de moda, la ropa es sinónimo de protección, identidad, comodidad. 

Analizando cuidadosamente lo que hay tras una prenda, diseñó una exposición que resulta ser un viaje extraordinario por todo el ambiente que se vivió después de la guerra en la década de los 50’s.

“Europa creó patrones complicadísimos, pero súper económicos (porque venían encartados en una revista), como respuesta a la guerra. La misión era darles la posibilidad a las mujeres de crear prendas para vestir a sus familias”, explica la artista, quien utilizó para crear su exposición, cientos de patrones antiguos como inspiración.

Con los patrones que tenía, comenzó a trazar caminos diferentes, dando una visión novedosa de lo que ya tenía un propósito establecido. 

¿Cómo llegó todo el material a sus manos?  Todo lo que utilizó para la creación de sus obras, era ‘material desechable’. Cajas llenas de papeles viejos que nadie entendía, se convirtieron en la musa de Isabel quien comenzó a unir los cabos hasta descubrir los misterios que ocultaban. “Rara vez diseño una pieza pensando en comprar un material. Generalmente, los materiales me inspiran y a partir de sus características naturales, (si se doblan fácil, si tienen memoria, los colores, sus texturas) , es que me inspiro para crear”.

El material que utilizó -casi todos los patrones- tienen más de 50 años porque fueron en la post-guerra, pero ¿Cómo se lograron mantener en el tiempo? “Cuando empezaron a imprimir estos patrones, lo hicieron en el papel más barato que había que era el de envolver frutas, un papel de seda libre de ácido. Están en perfectas condiciones”.

La relación entre la ropa y el poder 

Tener la posibilidad de crear lo que vas a utilizar, te da un sentido único y agudo de individualidad e independencia, 

Sumergidos en el caos de la post-guerra, los patrones impresos en revistas fueron una de las soluciones más inteligentes para poder solventar algunos de los problemas que existían. “Estamos hablando de los 50’s, nadie podía salir a comprarse nada, estamos hablando de gente con recursos muy bajos. Estos patrones en las revistas te daban la posibilidad de hacerte ropa, de hacerle ropa a la gente que estaba en tu casa, de hacer ropa y venderla, de enmendar, etc”, comenta Cisneros.

Además de abrir un campo laboral y enseñar una serie de conocimientos muy útiles, la artista se conmueve especialmente con la relación de poderío e independencia que -incluso en momentos de crisis-, estos patrones les daban:  “Cuando comencé a revisar este material, me di cuenta de cómo la gente a partir de esta información toma posesión de su cuerpo y se relaciona de manera diferente con su cuerpo”.

 “Lo más importante es que les da la fuerza y el poder de elegir, en la medida de las posibilidades, lo que iban a usar. Puedes subir ruedos, puedes escotar, puedes adaptar lo que tienes para que se parezca más a ti y eso cambia por completo tu relación con la ropa“, explica la artista quien confesó haber comenzado diferentes cursos de costura y patronaje para poder entender de lleno el mundo que quería mostrar con su exposición. 

También, para hacer una conexión con el pasado y adentrarse de lleno en la idiosincrasia de nuestro país, la artista recuerda que: “En las tiendas de telas, cuando uno iba a comprar en el Bazar Bolívar, uno escogía los patrones en unas gavetas inmensas llenas de patrones diferentes. Los ibas pasando tal como si fuesen libros, hasta que encontrabas el que querías incluso en tu talla. Había desde trajes de muñecas hasta vestidos de novia. Eran muy didácticos, incluso te explicaban la cantidad de tela promedio que ibas a utilizar y todo lo que necesitabas tener para la confección de la prenda“.

Para poder crear es necesario conectar con una visión íntima y personal. Mientras Isabel pasea por su exposición, recuerda cientos de memorias que viven en su mente: 

“Esto es un homenaje a mi abuelita -comenta al ver una de sus obras-. Un homenaje a la información boca a boca. Siempre hago la comparación con la cocina. Puedes ser el chef más excelso, pero cuando estás cocinando y quieres picar la cebolla, recuerdas que alguien te dijo «Para no llorar, toma un sorbo de agua». No lo vas a hacer, pero lo vas a pensar. Ese tipo de cositas, que son informaciones valiosísimas, son para mí un homenaje. Un sinónimo de inmortalidad”.

“El oficio te salva” 

Todo el concepto de Isabel Cisneros en Traslaciones, gira en torno a la producción y creación de piezas en la época de la post-guerra, en los años 50. Su investigación la transformó completamente y redireccionó parte de su vida y su trabajo. 

Como una reflexión final, la artista explica la importancia tan vital de volver a los oficios manuales, a crear únicamente con las manos y a vivir en carne propia lo que se siente con cada textura, cada paso, cada movimiento. 

“Yo soy muy de oficio, porque él oficio es lo que te salva. Está psicológicamente comprobado que te mejora. Cuando alguien está muy mal, le dicen «Ponte a tejer, a dibujar, a cocinar» Es lo que necesitamos con urgencia. Así tengas las fábricas que tengas, el regreso al oficio es una tendencia que cada vez va a ser más fuerte”, comenta pues comenzó su trayectoria artística siendo ceramista. 

Si quieres ver la obra de esta grandiosa artista venezolana, debes visitar el Centro Cultural BOD, de martes a domingo de 11:00 a.m. a 5:00 p.m. La entrada es libre. 

Para conocer más de Isabel Cisneros, puedes hacer clic aquí para ir a su página web y aquí para seguirla en Instagram.

Traslaciones